Bruno, como de costumbre, siempre
aparece por las noches, y fíjate por donde
que hoy le dio por venir bastante tarde,
mientras yo dormía. Al duende, en todo
su afán por querer despertarme, no se le
ocurre otra forma más molesta de hacerlo
que dando saltos sobre la manta donde
yo estoy acostado, a la altura de mi
pecho.
– ¡¡¡Bruno!!!, ¿pero… que hora es? -¿no
había otra hora de la noche para
aparecer? Le espeto mientras me
incorporo sobre el cabecero de la cama.
Para entonces el duende pierde el
equilibrio y sale rodando hasta acabar en
mi vientre, y haciendo caso omiso a lo que
le voy diciendo sigue saltando sobre mí
con gesto divertido. Siendo honestos no
puedo dejar de mirar que hace y como lo
hace. Pasado unos segundos le pregunto.
– ¿Cuánto tiempo hacía que no venías?