Lo confieso. Soy un hombre enamorado de
la feminidad. Atraído por la coquetería, la
gallardía, la inteligencia, y la razón por la
que hacen gala las mujeres. Me inspiran
con la sutileza que les brindó la naturaleza,
seres donde aflora lo más dulce, tierno y
delicado.
Cuando he sido invitado en el
momento indicado a contemplar lo más
profundo de sus almas, he visto salas
finamente decoradas, ordenadas, donde la
mitad de sus ventanas proyectaban un
amanecer cálido, e iluminado y al otro
lado, un firmamento anochecido,
estrellado y vivo, donde a todo ser activo
le gusta guarecer.