Comencé a navegar por la calmada
corriente oceánica de tus ojos verdes. Mi
embarcación no era más que una gota de
agua para tus sentidos, pero los míos se
deleitaban ante la majestuosidad de
aquellos colores y reflejos con los que el
sol reflejaba el mundo sobre tus retinas.
… Vi la infinidad de un
océano que en un instante se retiraba, pero
que al momento venia, por el movimiento
perpetuo que tus pupilas ejercían, incluso
advertí como el sol teñía el pigmento de
tus ojos para tornarlos de color gris, como
en los días de tormenta…