Me desperté prisionero de la realidad, y
aparecí en un espacio lleno de puras
existencias. Un lugar de mirada infinita
donde es imposible divisar un horizonte
tangible para los sentidos.
Para quien me viese pareciese que no
fuese portador de un cuerpo que
armonizarse con sus cinco sentidos
movido por el impulso de andares
apáticos, perdido ante la exhortación de
unos pensamientos que no conllevan ni
rumbo ni destino.